Y digo yo… que calificar de circo al Congreso de los Diputados del Reino de España puede parecer exagerado, para nada acorde con la realidad, o incluso ofensivo. Vaya por delante la honorabilidad de tal establecimiento artístico que facilita el gozo y la alegría de mayores y pequeños y que nada tiene de ofensivo, salvo para quienes consideraron en su día que algunos animales no podían saltar sobre la amaestradora o correr por la pista con una amazona encima, o levantar la trompa, o… Bueno, eso ya se solucionó y ahora ya no hay.
No es la actividad circense la que me impulsa a ponerme frente al ordenador (bastantes penurias tiene ya que sortear), pero sí la comparación de la pista con el recinto que alberga la soberanía popular, aquél que permite que los señores y señoras diputados depositen cómodamente sus posaderas votadas por el pueblo y se dediquen a desprestigiar una institución que debiera ser templo de la concordia, del acuerdo, la educación, el respeto… ¿Sigo? de todos aquellos valores que contribuyen al entendimiento entre los seres humanos y que se supone que es lo que los representantes populares deberían tener presentes, ante todo.
Sesión de descontrol
Mira que intento no caer de nuevo en la tentación, eh. Pero nada, cada miércoles, justo a las 9 de la mañana, conecto el Canal Parlamento para ver en directo la sesión de control al Gobierno. Y digo: ¡nunca más! ¡Que los vea su padre! Los unos preguntando de manera capciosa y los otros respondiendo por peteneras montan un espectáculo que, como en el circo, arrancan los aplausos del público presente. Bueno, como en el circo no, que allí la gente aplaude a rabiar y complacidos con la actuación.
En el Congreso los aplausos son automáticos, interesados y algunas señorías se apresuran a dejar el móvil que están manipulando para aplaudir, posiblemente sin haber escuchado del todo. Vergüenza de la pastoril imagen.
Para mí que deberían suspenderse las retransmisiones de los Estados de la Nación o de las sesiones de control al Gobierno. En los primeros se trata de hinchar resultados y cuestionar acciones. Por sistema, por disciplina de… pues no sé, porque sí, porque tu estas ahí y justo es donde quiero estar yo. Además, me están viendo los votantes. Más respeto. Es lo menos que se puede pedir, ¿no?
La cosa cambia cuando los ves trabajar en comisión. Porque los políticos trabajan, claro que trabajan. Los habrá que se escaquean, como en todos los sectores, pero en las entrañas del Congreso se trabaja y en las comisiones se debaten proyectos, se pactan o no, y se presentan para la posterior aprobación o rechazo mediante el voto en el Pleno. Allí es diferente porque no suelen estar las cámaras (las de la tele) presentes, salvo que el tema a tratar tenga una trascendencia mediática suficiente como para que se haga necesario “montar el número” porque la cámara (la de la tele) tienta y ante ella se acostumbra a perder el norte. O te lo hacen perder, que también debe ocurrir.
Bonita manera de seducir
La desafección política y hacia sus representantes es un hecho incuestionable y parece que a nadie (al menos a ellos) les importe para nada. Con espectáculos de esta naturaleza se abona cada vez más la teoría de que los hay que trabajan más por el bien propio que por el común.
Y es que se sigue considerando al pueblo como candidato a recibir exclusivamente pan para el sustento mínimo vital y circo para poder aplaudir.
Por cierto, y en un ámbito más local. ¿No creéis que hay cierta intención a generar afección ahora que tenemos a pocos meses vista unas elecciones? Quizá habría que replantearse los plazos electorales. Cuatro años posiblemente sean muchos. Las obras en dos ya se pueden ejecutar y no haría falta hacerlas al final del mandato.
1 comentario
has estat suau… molt suau
jo, pensaria un altre cop amb la “guillotine” (momes per ensenyar-la en una foto, a veure si els fa reflexionar)… pero
es cert que com a mínim circ, lo trist es que ho consumim com un “salvame” qualsevol
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