Y digo yo… que menuda cara de tonto se te debe quedar cuando oyes: okupado (y con k) al ver que la llave de la puerta de tu casa ya no la abre y que, ante los golpes de nudillos, adviertes que alguien está al otro lado dispuesto a cachondearse de ti a partir de ese momento, y a ciscarse en tus derechos, esos de libertad por los que quizá tuviste que correr delante de los grises hace ya algunos años.
Dificilísimo aceptar la que se te viene encima. La maleta que salió para unas cortas vacaciones descansa ahora en el rellano sin decir nada. Si pudiera lo haría también reivindicando menos meneos, y su lugar relajado en el armario del cuarto azul. Ya te dije, Esteban, que teníamos que haber puesto la alarma. Paquita también alucina y su cara de asombro ofrece distintas gestualidades cambiantes en intervalos de microsegundos, al tiempo que sus ojos comienzan a tornarse vidriosos. ¿Y ahora que hacemos? Pues llamar a la Policía, eso es lo que tenemos que hacer. No llores. Tu llama a tu hermana y dile que vas con la maleta, que seguramente esta noche la pasaremos en su casa. Voy, voy. ¡Ay Dios mío, si ya lo sabía yo. Por qué nos tenía que tocar a nosotros!
Peregrinación judicial
Pues si, una verdadera e indeseada lotería. Esta es la situación que le ha tocado a nuestra imaginaria pareja que, a partir de este momento, comenzará a vivir un calvario judicial, interponiendo denuncias y luchando contra con plazos de una Justicia incomprensible, lenta, burocratizada y ecpática. Ante esas situaciones, que cada vez son más moneda de uso corriente, la primera sensación que aparece es la de incredulidad, porque cuesta creer que es muy posible que estés un par de años sin poder acceder a tu casa ya que alguien decidió forzar la cerradura de la puerta, cambiarla por otra y quedarse en tu comedor, tan ricamente, a verlas venir.
Y es que la Ley no se da ninguna prisa para que recuperes aquello que es tuyo y no te lo pone nada fácil. Quien tiene que correr eres tú, que dispones de 48 horas para que la Policía pueda desalojar a los usurpadores sin orden judicial. Pero claro, es que tu llegaste el día 3 y los okupas entraron el día 1 y, además, con un menor y lo pueden acreditar con el recibo de una pizza que pidieron a domicilio. Deberás interponer una demanda ya sea por la vía civil o por la penal. La Justicia dará a los okupantes 5 días para que aporten documentación fehaciente sobre la propiedad de la vivienda en cuestión. En fín. Lo dicho: “pleitos tengas y los ganes”
Ocupado y okupado
Llevo utilizando la letra k en la palabra de modo genérico, pero no es justo. El fenómenos de la ocupación no es nuevo y responde a diferentes causas, algunas de ellas dignas de ser trasladadas al debate y otras directamente rechazables. A nivel popular el término se ha acuñado con “k” y así es percibido.
Los movimientos que promueven estas acciones se identifican con él, así se presentan y actúan con criterios de micro-sociedad autogestionada para reivindicar y ocupar espacios cuyo uso ha sido abandonado, para ejercer actividades de diversa índole, mayoritariamente culturales. También aquí entra en conflicto la violación del derecho de propiedad, pero no cabe duda que hablamos de ocupaciones distintas.
Nada que ver con la ocupación de una vivienda habitual o la que va a serlo en poco tiempo porque aún no esté terminada. Mientras que en los casos “k” los perjudicados suelen ser entidades o sociedades diversas, cuando concurre la “c” quien sufre las consecuencias son personas de carne y hueso, familias enteras con niños exactamente iguales a los que llegaron con los padres ocupantes.
Pensemos por un momento en la desazón que debe producirse en una persona que sabe que, ocupando su vivienda, están también ocupando y violando su intimidad. El cajón donde guarda esas fotografías, el armario con la ropa, el sofá del comedor, los objetos personales, los más íntimos y los menos íntimos. Todo.
Es empequeñecerse poco a poco y sentirse indefenso ante aquello que es imposible creer. O, por el contrario, envalentonarse e ir a la brava en plan Rambo con el cuchillo entre los dientes, y conquistar en dura batalla la casa que es tuya. Pero no. Recuerda que corrías delante de los grises reivindicando una sociedad justa, en la que imperara el respeto a los derechos individuales y la violencia fuera desterrada. Tú eres una persona de bien.
Vergüenza política
Aquellos que están llamados a legislar, los que fueron votados después de proclamar a los cuatro vientos intenciones y reformas, los que ocupan (véase que evito la k) sendos escaños del Parlamento creo que deben sentir cierta vergüenza cuando les llega la noticia de casos similares al de la imaginaria pareja del primer párrafo. Pero uno no le dice a la otra: Desde luego ya podríamos haber hecho algo más para que esto no pase ¿no?. Ya, sí, pero es que la coyuntura socio-demográfica del país requiere medidas estructurales que implementarán nuevos modelos a los que debemos tender. Ah, claro, tienes razón ¿cómo tenemos lo nuestro?
Ante la política ideológica que, inevitablemente trasciende en las medidas que los gobiernos llevan a cabo, se hace necesaria una micropolítica que entienda de las realidades más cercanas. Puestos a sobredimensionar los equipos gubernamentales con carteras de todos los pelajes quizá sería oportuno crear el Ministerio del Día a Día.