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La Luna de agosto

por Jandro Olmo

Y digo yo… que no necesitamos recurrir a Elon Musk para obtener billete de viaje a la Luna. Bueno, pluralizo genéricamente y no debiera. Es posible que hubiera alguien que sí requiriera los servicios del multimillonario empresario norteamericano para viajar hasta el inquietante satélite de la Tierra, pero el plural que empleo hay que aplicarlo a mi grupo de amigos y el destino no se encuentra en el espacio sideral, sino mucho más cerca. Luna es una bonita población zaragozana de la comarca de Las Cinco Villas, que cada mes de agosto recibe la visita del Grupo Fernández.

La Luna de agosto

Y allí que vamos. Luna se ha convertido, desde hace ya casi veinte años en el destino obligado (bendito compromiso) de un grupo de amigos que decidieron un día apellidarse “Grupo Fernández”. Carmen y Rafael nos acogen en su casa, que fuera tiempo atrás la del médico del pueblo y que todavía no hemos llegado a conocer con exactitud el número de estancias con que cuenta. El caso es que hasta 14 personas se alojan a mediados de agosto y aún cabrían más.

Alguien dijo de la señora de la casa, Carmen, que si no existiera habría que inventarla. Su generosidad se advierte incluso en su mirada y sus ojos no paran de brillar mientras contempla el significado de la amistad, que para ella es sagrado y que toma sentido cuando tiene a sus amigos en casa. Al lado, Rafael, vive pendiente de que nada falte. Todo lo de casa es de todos y para todos. Rafael se encarga de recordarlo a cada momento con un humor a prueba de bombas. Y así, año tras año.

Fieles a la cita

Hemos pasado el fin de semana en Luna. El grupo de amigos, que hoy se mueve entre los 60 y 70 años y se mantiene fiel la tradición y a la cita, pero algún año que otro se echa a faltar a alguien que, siempre por razones de salud, no puede acudir. Mi recuerdo y un sincero beso para Lourdes, a quién esa salud no la está respetando y que no puede desplazarse con nosotros. Junto a ella, su esposo José María, a su lado y cuidado.

La Luna de agosto

Por fortuna sí hemos podido contar con Jaume, que también está malito pero que ha podido viajar con la abnegada Montse, su esposa. Mantiene firme ese combate que inició hace un tiempo contra la mente que se le torna olvidadiza. La música y el juego de la butifarra le son buenos aliados en esa guerra que, desafortunadamente, no suele vencerse. Pero ahora gana sus pequeñas batallas. Saca manillas cantando como si nada.

¿Y que hace el Grupo Fernández en Luna un fin de semana de agosto?. Este año, sobre todas las cosas, pasar calor, aunque eso haya sido mal de muchos. Los primeros años no faltaban las excursiones dominicales por la mañana a los lugares más emblemáticos de los alrededores, siempre siguiendo las directrices del “cicerone” Rafael, pero teniendo muy clara la hora de regreso. A las dos, el ternasco no esperaba. Poco a poco, sea porque los alrededores ya nos son conocidos o porque las piernas ya nos recuerdan algunas cosas, las salidas no son tan frecuentes y los paseos se centran más en la propia población de Luna, que cuenta con hermosas calles, una judería intrincada, y es amable de recorrer. La hora de vuelta y el ternasco siguen siendo de obligado cumplimiento.

Pero si hay algo que se mantiene inalterable, a pesar de los años, es la noche del sábado. Después de una cena, que al igual que la comida del mediodía se compone de platos en modo “yo pongo” (Carmen siempre rompe el acuerdo y “pone” sin tener porqué) viene la reunión en el patio de la casa para disfrutar de la noche con música, bebida, risas y tertulia.

Música y disfraces

Soy exacto al enumerar estos tres elementos porque la música, por ejemplo, es algo que no falta ningún año. Cierto es que los primeros años se montaban en el patio unos conciertos de órdago, con teclado, microfónía y altavoces que traspasaba los límites de la casa y se repartía por toda Luna. Nunca nadie se quejó. ¿Quién podía hacerlo por escuchar los acordes de Carlos y la voz de Gloria? Bien, sí, yo también participaba, pero mi inglés nunca fue muy ortodoxo. Lo importante es que la música siempre ha sido, y continúa siendo, un elemento unificador e indispensable de estas noches sabatinas.

La Luna de agosto

¿La risa? Por supuesto que sí. Hay que ver las carcajadas que se sueltan al descubrir los disfraces y la ideas de cada cual al confeccionarlos. De un tiempo a esta parte se decidió convertir en “temáticas” las noches del sábado, y así unos años han discurrido por el Far West, otras por Ibiza, otras integradas por lo más granado de la “jet set”; nos hemos trasladado a los felices años veinte, hemos sido “hippies” por una noche, etc, etc… Y cantando, riendo, bailando y apurando los mojitos que Pepe prepara como nadie, arañamos también las horas a la noche, que cada vez se acorta un poco más pero que no por ello deja de ser intensa.

Hasta el próximo año lunáticos y lunáticas. Ya pensaremos que tema se elige para el disfraz. Ojalá no falte nadie. Cuidaros mucho que esto está escrito para vosotros y quiero volver a veros disfrazados y felices en Luna, no la de Valencia, no. Nuestra Luna.

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