Y digo yo… que el respeto es algo que no debería nunca perderse, Ni a algo ni a nadie. En eso creo que todos podemos estar de acuerdo. Cuando no tenemos en consideración ese valor la convivencia se deteriora y las posibilidades de entendimiento disminuyen a pasos agigantados. Por no decir que desaparecen del todo.
El respeto se basa, principalmente, en el reconocimiento y la toma de conciencia sobre los derechos, opiniones, diferencias, creencias, etc., del otro. De modo que nuestra actitud debiera estar presidida por una bondad en la recepción de las ideas y un bloqueo total a los juicios premeditados. Con esas dos premisas pienso que podemos ya llevar la bandera del respeto con nosotros. Y bien alta.
Súmense a esto una serie de convenciones sociales y de comportamiento que definen en cada época la gradación de un mayor o menor respeto. No cabe duda que un trato cortés y amable hacia los demás fomenta valores que van muy relacionados con el respeto. La empatía, por ejemplo, sería difícil que surgiera en un ambiente, digamos, poco respirable.
Pero respetar no significa estar de acuerdo en todo y abdicar de nuestras convicciones. Tampoco de imponerlas. El respeto también debe exigirse cuando vemos nuestros derechos vulnerados por actitudes que puedan atentar contra la integridad moral, física o psicológica.
Es importante destacar, a mi juicio, que la exigencia de respeto no tiene por qué conllevar agresividad ni comportamiento iracundo alguno. La firmeza en dejar bien claros los límites que uno considera fundamentales para sí mismo, contribuirá a conocer el campo de acción, sea este físico, ideológico o emocional.
Respeto bidireccional
Es entonces cuando se hace muy necesaria la figura del respeto bidireccional, totalmente esencial para garantizar la equidad, e imprescindible para desenvolverse en ese terreno de juego en el que cada uno evite la invasión del espacio del otro. Cuando el respeto bidireccional está presente, las diferencias de opinión no son motivo de confrontación ni descalificación, sino que devienen en una oportunidad para el diálogo y el mejor entendimiento.
Además de las relaciones personales, el respeto se extiende al cuidado y protección de nuestro entorno. Con el respeto al medio ambiente tomamos conciencia de nuestras acciones y su impacto en la naturaleza y las especies que la habitan. Una sociedad respetuosa con la naturaleza debe adoptar prácticas sostenibles, promover el uso responsable de los recursos y preocuparse por preservar la biodiversidad para las generaciones futuras.
Otro lugar en el que ejercitar el valor del respeto y en el que, desafortunadamente, la tolerancia acostumbra a brillar por su ausencia, es el que convive con la cultura, la religión, las tradiciones. Es en ellos donde la tolerancia hacia las diferencias que puedan presentarse nos enriquece como sociedad a través de la comprensión mutua y el levantamiento de puentes hacia la aceptación de la pluralidad.
Tolerancia Cero
Tolerancia, vehículo de entendimiento y disposición vital proactiva con la que enfrentarse a la vida. Con su práctica creo que el respeto está certificado en cualquier situación que se nos pueda plantear.
De todas formas, y aunque la tolerancia deba ser reivindicada por encima de otras muchas cosas, y así lo suscribo yo, existe la posibilidad de acompañarla con la peor de las calificaciones numerales: con un cero sin paliativos.
Parecería contradictorio practicar la tolerancia y, a la vez, negarla. No lo es. Justamente el respeto del que hemos estado hablando se desarrolla dentro de unos límites que nos hemos dado y que están íntimamente ligados a los Derechos Humanos. Cuando estos son conculcados la tolerancia deja de llamarse así y se torna intolerancia. Legítima, por otra parte.
Intransigencia ante el maltrato, el abuso sexual, la corrupción, la xenofobia y otros derechos vulnerados. Se trataría de combatirlos con la tolerancia cero. Pero también, parezca o no contradicción, con respeto a la hora de aplicarla.
Ya digo, aunque quizá alguien no lo mereciera. ¡Un respeto, oiga!.
2 comentarios
La intransigencia es contraria a la TOLERANCIA. Pero la tolerancia sin límites ante jucios contrarios a los Derechos Humanos, se transforma en complicidad y si es la respuesta al miedo, es cobardía.
Quiero ser Tolerante, pero no cobarde ni cómplice.
Querido hermano. Siempre admiré tu enorme, modesta y discreta lucidez. Gracias. TAF