Y digo yo… que, a pesar de intentar mirármelo con la mayor de las benignas intenciones, no puedo más que concluir que la celebración de las elecciones en el día de hoy ha sido, en término generales y olvidándonos de los mantras sacrosantos que erigen la Democracia como argumento mántrico con el que justificar casi todo, una jugada. Una putada, diría más bien, para que andar con rodeos.
Ya he votado. Ya he sudado de camino al colegio electoral, ya he cumplido con el deber ciudadano de manifestar mis preferencias políticas mediante la introducción de una papeleta que debiera ser el contrato que se espera firmen conmigo los responsables de las siglas impresas en ellas. Por eso, porque he cumplido con mi deber y he votado ejerzo también el derecho de hablar, en esta ocasión de escribir. Muchas gracias. No me ha dado ningún golpe de calor y no ha sido tan grave.
Calor, y sólo calor
Escribo, pues, lo que sigue sin influencia mental ni política alguna. Mi voto es el mío y a nadie le importa su signo, como seguramente a mucha gente le traerá al pairo lo que pueda plasmar aquí. Además, podría muy bien formar parte del grupo, no escaso, de ciudadanos que propagan el sentido A de su voto, mientras que en el sobre figura el B. Venga, que sí, que los hay, no me digan que no.
Digo lo anterior porque no me voy a detener en las intencionalidades y sus efectos deseados, en una u otra dirección, a la hora de convocar el día de las elecciones en una fecha presidida por la canícula en su grado máximo. No lo haré porque no soy politólogo ni analista político. Otros, titulados o no, lo hacen y en ocasiones se erigen en oráculos indiscutibles. Que nadie les puede rebatir, por eso lo de indiscutibles. ¡Que daño hacen a los profesionales!
A la hora de redactar estas líneas no se han cerrado aún los colegios electorales y no se conoce, por tanto, el resultado de las elecciones. Durante el día el porcentaje de participación ha ido fluctuando, seguramente en función de las horas del día en que se computaba. Y es que, evidentemente, entre otros muchos factores que nos influyen a la hora de salir de casa para votar debe estar también el de la temperatura ambiente. Vamos, que creo influye lo suyo.
También normalidad
Leo durante la tarde noticias en diferentes medios digitales que informan acerca del desarrollo de la jornada y en todos ellos cabe destacar que no hay que registrar incidentes serios, y las elecciones discurren con normalidad. Es para felicitarse. El anecdotario, no obstante, no es menor. Y el denominador común de las anécdotas es el calor. Las elevadas temperaturas compiten, como un partido más, con las crónicas electorales del día. Y ya veremos en el post partido…
De manera que no se interprete el escrito más que con la intención de constatar un hecho innegable, indiscutible y objetivo: Se ha votado con calor. Con mucho calor. Y yo me pregunto: ¿era necesario? Si, si, la necesidad en los lideres políticos parece clara, pero quizá un par de meses más tarde tampoco habría supuesto una “debacle democrática”. Bien, quizá alguna incomodidad personal sí se podría haber registrado caso de decidir otra fecha más alejada. No sigo por ahí que ya dije que no se trataba de eso.
El caso es que, personalmente, he podido ver sendas mesas electorales en el pasillo del colegio flanqueadas por ventiladores quasi industriales. En algunos lugares de la península se han tenido que sustituir miembros de las mesas por indisposición a causa del calor, y aunque, por fortuna los casos han sido esporádicos, la incomodidad ha sido patente. Menos mal que a los sobres no les afectan las temperaturas. Aunque a los carteros, sí.
A la ducha merecida
Quedan cinco minutos para las ocho de la tarde. He esperado a esta hora para el último párrafo. Nada se sabe todavía. Solo está claro que ahora comienza el trabajo duro de los miembros de las mesas electorales. Cuidado con el aire de los ventiladores no se vuelen las papeletas. Gracias, de verdad, por vuestro trabajo y por vuestro sudor. Acabad pronto y daros una buena ducha. Merecida.
1 comentario
Votar con calor es como votar con frio, para los votantes son excasos minutos. Creo que los grandes sacrificados y auténticos servidores de la democracia han sido todos los componentes de la mesas. A ellos mi más sentido agradecimiento. Ellos se merecen nuestro respeto como ciudadanos. Obligados y sin quejarse, han aguantado su compromiso con todos nosotros y con la democracia.