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Juicios irreflexivos

por Jandro Olmo
3 min. de lectura

Y digo yo… que cuesta lo suyo razonar con alguien cuando, de entrada, el interlocutor ya tiene una idea formada, bien del tema objeto de la conversación o, lo que es peor, de quien tiene enfrente y con quien dialoga. Siempre estamos haciendo juicios demasiado rápidos ¿A que sí?

Acercarse a cualquier espacio intelectual que se nos proponga con el prejuicio por delante nos llevará indefectiblemente al fracaso. Que el prejuicio no es bueno coincidiremos en que tiene escasa discusión. A mi me entristece ver cómo mucha gente a mi alrededor expresa opiniones y demuestra actitudes teñidas de un juicio apresurado. Y me entristezco cuando advierto que yo mismo no estoy exento de pecado.

Juzgando a priori

Hacer juicios precipitados o generalizaciones negativas sobre personas o grupos sin tener información suficiente o completa conlleva, sin lugar a dudas, la imposibilidad de conseguir acuerdos y a despreciar opciones que pudieran ser aceptables si, de antemano, no estuvieran ya rechazadas de plano por el prejuicio. Y eso no exime de la idoneidad de intentar adivinar intenciones y/o deseos del interlocutor para obtener lo que se desea. Esto es moneda de uso corriente en las negociaciones.

Juicios irreflexivos

Prejuzgar es una injusticia de cara a las personas sobre las que se ejerce, fomenta la discriminación y la exclusión social y puede llevar a la marginación de grupos enteros de la sociedad. Cuando prejuzgamos no escuchamos y no queremos entender al otro. No empatizamos porque el otro, o lo que argumenta, nos produce rechazo a priori.

Cultura y educación

Bien es cierto que el prejuicio tiene connotaciones que le sitúan muy arraigado a la cultura, la educación y la psicología del género humano. La pregunta típica y tópica podría formularse aquí también: ¿el prejuicio nace o se hace? Es posible que al ser humano le lleve la corriente que a lo largo de los siglos discurre llena de aguas infectadas por el virus del prejuicio y, tanto va el cántaro a la fuente…, que todo se pega y, posiblemente ya esté incubado.

Ciertamente no estamos acostumbrados a ponerle freno y quizá resulte más cómodo prejuzgar y, lo que es peor, mantenerse en el juicio que, en algunas ocasiones y en otras no, es del todo equivocado. Pudiera ser que acertáramos de vez en cuando, pero considero prejuzgar algo irracional y para nada avalado por los valores que aporta la racionalidad.

Empatía y tolerancia

Así, contra el prejuicio la empatía, la apertura de mente y la tolerancia son herramientas básicas para empezar a respetar al otro, por lo que a su persona se refiere, y a sus opiniones. Y educación, educación y educación ¡caramba! El prejuicio siempre va detrás de la ignorancia. Y es que pensemos que se trata de la única forma de conseguir algo que todos deseamos en el fondo: dialogar abiertamente y sin más límites que los impuestos por la conciencia universal. Hagámosla nuestra.

Juicios irreflexivos

Nos va la salud también. La mental, me refiero. En los tiempos actuales donde las prisas y la inmediatez de acciones y decisiones está a la orden del día, muchos temas que consideramos imposibles de afectar a nuestra salud lo hacen y acaban por involucionar nuestras mentes. El prejuicio no sólo puede convertirse en un problema de salud mental para quienes son objeto de él, sino que también lo será para aquellos que perpetúan esos prejuicios.

Todos, en nuestro entorno, debiéramos procurar desterrar juicios apriorísticos que dificulten el entendimiento y acercamiento entre nosotros. Creo que nos iría mejor, aunque nos cueste asociar un color de piel, una matrícula de coche, unos brazos plagados de tatuajes, una nariz atravesada por el acero o una bandera en el balcón de casa, con algo negativo que ya define, sin más y porqué sí, a la persona que está detrás.

Dijo Albert Einsteines más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio“. Para mí no hay duda, los prejuicios no traen más que perjuicios.

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