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Teruel existe, el Grupo Fernández resiste (I)

por Jandro Olmo
3 min. de lectura

Y digo yo… también, que Teruel existe y que es una realidad incontestable que avala la geografía y el GPS que te ayuda a llegar. Con esa convicción y muchas ganas de disfrutar el Grupo Fernández se lanzó a su visita. Bien es cierto que algo mermado, ya que algunos de sus miembros tuvieron que desistir por temas de salud, esos que cada vez más se tornan habituales a ciertas edades: las nuestras y vale, que tampoco hay que entrar en detalle. El grupo, pese a catarros, luxaciones e incidencias varias, resistió.

En dos coches y cuatro parejas se inicia el viaje desde Lleida para coincidir en Anento (Zaragoza) con la quinta del grupo que, debidamente sincronizada, salía desde la capital aragonesa. Todo bien, pero como si de un campeonato de F1 se tratara había que entrar pronto en boxes y cambiar de máquina por avería antes de llegar al extinguido peaje de la AP2. Pequeña disfunción de tiempo sobre los horarios previstos, pero nada grave. En boxes, el BMW de Pepe ya rugía impaciente por incorporarse. De hecho, Pepe permaneció impaciente al volante todo el viaje, ¿y eso por qué?

Anento, encuentro y primera parada

Anento

La primera parada turística: Anento. El pueblo con encanto nos recibió casi simultáneamente a los tres vehículos. El cielo, que hasta allí había permanecido encapotado, se abrió y el sol que estaba anunciado ya no nos abandonó hasta ponerse. Anento estaba vacío, perfecto para hacer la visita. El bar, también. No vacío de personal, que la chica que lo atendía, estar estaba, pero como era martes, habían vaciado la despensa durante el fin de semana y el camión de avituallamiento no llega hasta el miércoles Pues eso: a repartir el generoso bocadillo de tortilla de calabacín de Carmen.

Teruel existe, el Grupo Fernández resiste (I)

Anento nos ofreció sus calles empinadas flanqueadas por las casas vestidas con flores y con una limpieza que uno añora al regresar a la ciudad. No pudimos visitar la iglesia porque, al parecer, los fines de semana en Anento son agotadores, de modo que los lunes y martes allí no hay vida. Todo cerrado. Desobedeciendo las indicaciones del guía, Jesús, que llevaba cronometrados la práctica totalidad de los movimientos del grupo, se decidió visitar el Aguallueve, un bello manantial que hace llorar al monte con miles de lágrimas, situado a 15 minutos del pueblo, donde dimos cuenta de las cámaras de nuestros teléfonos móviles sin piedad. En el camino de vuelta, verdes plantas, árboles centenarios y algunos fadriques (flora ésta sólo conocida por el grupo).

Albarracín, cara al cielo

Teruel

La cita para comer era en Albarracín y hasta allí se dirigió el trio de coches en busca del restaurante que figuraba en el navegador del coche y que había sido convenientemente avisado del ligero retraso sobre el horario previsto. Tomamos posesión del restaurante, Señorío de Albarracín, poco antes del límite, pero Mamadou (el simpático camarero senegalés que nos atendió) se encargó de servirnos una comida muy elaborada y un arroz de pato considerable, en tiempo y forma.

La tarde estaba reservada para la visita a Albarracín y tengo que confesar que dicho propósito, después de haber comido y con un sol de justicia, no es fácil de cumplir; aunque el grupo se portó como se esperaba de él y asumió calles y cuestas (muchas y empinadas) con alegría. Bien, seamos honestos y confesemos que hubo alguna que otra deserción con la manida frase de “de acuerdo, nosotros nos os esperamos aquí dentro de una horita”. Se dice el pecado, pero no el pecador, venga.

Teruel existe, el Grupo Fernández resiste (I)

Anento y Albarracín quedaban atrás, y Teruel, objetivo central del viaje, se convertía en el siguiente paso a cumplir. En ordenada fila y respetando escrupulosamente las normas de la Dirección General de Tráfico, los tres camellos motorizados de los Reyes de la magia viajera llegaban a la capital turolense. Así como la salida de Lleida había tenido su incidencia, no fue menor la que se presentó a la llegada de Teruel. Un acceso cortado por obras y que parecía ser el único existente, nos obligo a hacer un “tour” inacabable y no programado por la ciudad hasta llegar al hotel El Mudayyan, en pleno centro. Ducha, tapeo en la plaza Torico y a dormir. Mañana será otro día.

Continuará…

5 comentarios

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Jesus León 09/10/2023 - 17:22

Un relato de lujo, Jandro, como siempre.
Ameno, cuidando el detalle, florido y sin desviarte de la verdad.
Esperamos con ansiedad la continuación del viaje.

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Manuel Serrano 09/10/2023 - 18:40

Serías un gran guionista, escritor ya lo eres. Chapó!!

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Ana Borreguero 09/10/2023 - 21:37

Siempre en un placer leerte Jandro, pero cuando lo que escribes es una experiencia compartida, el reconocerse en el relato es un privilegio.
Todo lo que explicas se ajusta a una más que meridiana realidad, pero mientras avanzas en la lectura, te das cuenta que hasta lo que deberían ser los contratiempos propios de cualquier viaje, se convierten en una maravillosa aventura cuando se tiene la suerte de formar parte de un grupo tan irrepetible como el nuestro, que se mantiene unido después de más de cuarenta años. Toda una lotería.

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Demi 09/10/2023 - 22:59

Jandro, que buen narrador, te podría decir piquito de oro, pero en tu caso, que sería?? Me encanta! Espero la segunda parte.

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Gloria López Gracia 09/10/2023 - 23:22

¿ Cómo, que continuará? A mí, que no pude acompañaros, , me has dejado con la miel en los labios. Pensé que lo iba a revivir todo, aún sin haberlo vivido ( milagros que hace la buena literatura, y la tuya es buena)
Espero que cumplas tu palabra, como la cumplió Diego, regresando a Teruel.
Con la frustración aún fresca de no haberos podido acompañar, te agradezco de corazón esta estupenda cronica.

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