Y digo yo… valiente moda esta de andar pinchando al prójimo, ¿no? Los pinchazos registrados principalmente a mujeres en lugares concurridos están ocupando titulares y aperturas de noticias en las radios y televisiones del país. Todo el mundo habla de ello y es difícil que haya alguien ajeno a este hecho convertido en uno de los temas estrella del estío. Otrora se denominaba serpiente de verano, y sin quitarle relevancia a la noticia, parece verosímil su presunta condición de reptil aliado de la sequía informativa.
Hay que hacer notar que la intensidad de la gravedad de este fenómeno ha ido decreciendo poco a poco al constatarse que en la gran mayoría de los casos el pinchazo no ha ido acompañado de la inoculación de sustancias adictivas o directamente drogas para doblegar la voluntad del pinchado, o mejor de las pinchadas porque, al parecer, tan solo hay que contabilizar a un muchacho víctima de esta novedosa agresión veraniega. Por lo que a Catalunya respecta hasta el pasado fin de semana se habían presentado dos docenas de denuncias ante las autoridades, todas menos una con mujeres como víctimas.
Pinchar es un delito
Ante la aparición de este fenómeno que, dicho sea de paso, no tiene copyright español, sino que ya existen antecedentes en otros países los ministros de Justicia e Interior, Pilar Llop y Fernando Grande-Marlaska respectivamente se han apresurado a decir que los pinchazos deben ser denunciados, ya que pueden ser constitutivos de un delito de lesiones y, además, puede aparecer también el agravante de género. No se si le será aplicable al joven denunciante de Catalunya. Si llegara a saberse que la autoría del pinchazo correspondió a una mujer si, claro, aunque es solo una impresión. Pero si es un hombre su agresor entonces lo del género queda… Bien, el derecho nunca fue mi fuerte., ya digo: es solo una impresión. El caso es que la Ley lo contempla como delito y la horquilla de sanción va de los 3 meses a los 3 años de prisión. Poca broma.
El porqué
Y me pregunto ¿dónde está y cuál es la motivación? ¿Estamos hablando de pinchazos y nada más? La primera que viene a la mente es la de conseguir la agresión sexual anulando la voluntad de la víctima mediante la sumisión química, pero después del pinchazo no se ha ido más allá. Tampoco se han hallado sustancias inoculadas en los análisis posteriores, de modo que esta hipótesis se presenta como poco “efectiva” para conseguir los espurios objetivos del delincuente pues la víctima no refiere agresión posterior alguna.
Me niego a admitir las versiones que apuntan como motivación el objetivo de “excluir a la mujer de la vida nocturna y del ocio”. Argumentos como este, que se alientan desde las esferas políticas y que aprovechan cualquier resquicio para poner de manifiesto sus reivindicaciones suelen, según creo, pasarse de frenada. Poco han tardado los partidos políticos en salir a la palestra para capitalizar la noticia y exigir o anunciar acciones, según su color.
¿Estigmatizar a la mujer? Sinceramente no creo que se trate de una orquestación de calado con objetivos ocultos y metodologías al uso para señalar al colectivo femenino comandada por poderes fácticos afines al patriarcado con el objeto de hacerle retroceder en los logros conseguidos. Esto suena a posiciones conspiranoides que siempre afloran ante cualquier hecho, sea más o menos notorio.
Estrategia fallida
Si pensaban que la estrategia del pinchazo dejaría atrás a la de contaminar la bebida del prójimo o prójima, está visto que erraron el tiro quienes así la concibieron. Así que ojalá no tengamos que hablar de estrategia organizada y sí de un malévolo mimetismo producto del actual estado de valores que impera en la sociedad y que que habrá que atajar cuanto antes. Porque, sí, es cierto, que hechos como este obstaculizan la libertad de movimiento, la seguridad y la diversión de los ciudadanos y ciudadanas (en este caso sí utilizo el lenguaje inclusivo) pues son esta ultimas las más ampliamente afectadas por el maldito pinchazo.