Y digo yo… que da escalofrío pensar en que puede llegar el día en que el olvido sea la constante en tu vida. El día en el que los recuerdos ya no sirvan si quiera para adormecer el dolor de la soledad no buscada. Debe ser reconfortante acudir al recuerdo cuando el presente no aguarda apenas futuro o éste no es para nada halagüeño.
Aún y así. A pesar de todo, hay lugar para el optimismo, y es el propio olvido el que nos lo facilita. Sí. Si somos capaces de saber que olvidamos es que todavía tenemos despierta la capacidad de reconocer que estamos vivos. No importa dónde quedaron las llaves, lo importante es que, al menos y hasta la fecha, soy consciente de que no sé donde dejé las malditas llaves. Ya me acordaré.
Zozobra ante el olvido
Supongo que no debo ser el único. Seguro que no, pero he de confesar que la posibilidad de la progresiva desaparición de los recuerdos, la incapacidad de reconocimiento de tu entorno y de los seres queridos y el deterioro cognitivo que se produce como consecuencia de determinadas enfermedades degenerativas, a mí me asusta, o quizá me gustaría decir mejor que me inquieta.
Porque a pesar de que la realidad es la que es y que es absurdo negar la severidad de dichas enfermedades, creo que se debe infundir una chispa de optimismo para intentar dar un pequeño giro de tuerca al sentido de zozobra que las rodea, sobre todo en los inicios de los procesos, cuando la consciencia nos debiera poder ayudar.
Saberse olvidadizo, a mi modo de ver, es también un signo de vitalidad y así creo que debiéramos incorporarlo. Numerosos estudios en el ámbito de la neurociencia concluyen que el cerebro humano no limita el número de recuerdos. Su capacidad es infinita y si algún recuerdo no encontramos es porque otro prevalece en su lugar, porque nuestras circunstancias y/o entorno ha cambiado, pero sigue ahí hasta que le prestemos la atención debida.
Es importante decir, primero, que son sensaciones mías las que pongo negro sobre blanco, no así las conclusiones a las que llegaron científicos del Trinity College de Dublin y de la Universidad de Toronto a las que me referí en el párrafo anterior, restando importancia al hecho del olvido que, según el estudio, no tiene porqué ser un error sino una característica del cerebro. Un mecanismo activo íntimamente relacionado con nuestro progreso vital y el entorno en el que discurre el ser humano.
Otra cosa es cuando aparecen las patologías degenerativas. Los mismos autores manifiestan que los estudios realizados con pacientes de Alzheimer no reflejan resultados tan prometedores o simples. La complejidad del cerebro humano se acrecienta a la hora de hallar claridad en el entramado neurológico y celular para llegar a combatir con éxito la enfermedad.
La lucha es constante y es justo pensar que los avances, aunque todavía discretos, se producen gracias a nuevos descubrimientos, sobre todo de los llamados anticuerpos monoclonales que se hallan en fase de ensayos clínicos. El trabajo de las asociaciones y los laboratorios es encomiable y debe también servir para tomar pastillas de optimismo.
Actitud
La actitud, como en casi todo en la vida, tiene muchísima importancia y es mejor buscar argumentos que derrumbarse sin ellos. Por eso cuando escuché al conocido paleoantropólogo, Juan Luís Arsuaga, reivindicar los beneficios del olvido cuando es consciente, y desterrar el pesimismo que azota a quienes un día olvidamos a quien dejamos ese libro, pensé que le asistía toda la razón. No hay porque ver siempre las cosas desde el lado oscuro, al menos mientras se pueda, y sin necesidad de perder tampoco de vista la realidad.
Le doy la razón, quizá también porque esa razón me convence. Soy fácil de convencer.
1 comentario
Emotivo y, por desgracia, actualísimo tema el del olvido causado por enfermedades degenerativas. No el otro olvido, el opcional, el aconsejable, el que ayuda precisamente a olvidar agravios a los que tienen la inmensa suerte de no ser rencorosos y que te libra de cargas innecesarias para transitar la vida.
Yo creo que la parte positiva de los que van perdiendo sus recuerdos por deterioro cognitivo, es que no son conscientes de que los pierden justamente porque los han olvidado y cada vez más viven el momento exacto en que se encuentran, sin pasado y sin expectativas de futuro. Pero ellos no lo saben. Deben hallarse en el Limbo aquel del que nos hablaban en la clase de religión de nuestras escuelas y que no quedaba muy claro de qué se trataba.
Me da la impresión de que el olvido de nuestros seres queridos lo llevamos peor los que aún conservamos la mayoría de nuestros recuerdos, por la tendencia humana a querer siempre compartirlos con aquellos que formaron parte de nuestra vida..
Y es es que, quieras que no, con su olvido se llevan también un pedazo de nuestro pasado.