Y digo yo…. que el tema de la sequía es preocupante. Ya lo creo que lo es. Sobre todo en aquellas zonas de la península en las que se manifiesta con toda su crudeza y los porcentajes de reserva en los pantanos revelan cifras paupérrimas. Digo sobre todo porque convendremos en que no en toda España se sufre el mismo embate de la falta de agua en los embalses, la consecuente sequedad de tierras y preocupación por cómo llevarse un vaso de agua a la boca.
No llueve para todos
Si hay sequía lo normal es que sea por falta de agua, y una de las razones fundamentales de la penuria hídrica es que no cae del cielo, o al menos no suficientemente. Que llueve poco, vaya. Pero cuando hablamos de un territorio de más de medio millón de kilómetros cuadrados también podemos observar que no todas las zonas están en las mismas condiciones. En algunos lugares el clima les ha sido más favorable, en otros quizá ha influido la previsión, es decir: la no previsión.
Así la cosas creo que lo más indicado sería, ya que compartimos territorio y Estado, colaborar en el equilibrio entre circunscripciones por lo que a la garantía de suministro de agua se refiere. Pero ya veo que esto de las circunscripciones solo se contempla a la hora de contar votos. Entonces sí que cuenta el territorio, “su” territorio, el único importante para el político de turno y por el que jura y promete trabajar aunque después se olvide de los asuntos diarios y se enfrasque en anteponer la ideología.
Principio de solidaridad
Hoy, el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (que sí, que sí, que ese Ministerio existe) nos muestra una situación de sequía prolongada en las cuencas internas de Catalunya, la cuenca del Júcar, la del Guadalquivir y cuencas mediterráneas andaluzas. Ello supone un 17,1 por ciento de la superficie (datos de Diciembre 2023). Bien, hay un 82,9 que bebe y riega sin problemas. ¿Qué tal si aplicamos el principio de solidaridad?.
Pues claro que hay que aplicarlo, pero no será mi querida hermana de Santander, ni tú que aguantas mis rolletes epistolares, quien viaje semanalmente con garrafas de 8 generosos litros para apagar mi sed. Más bien quien se comprometiera en su día a gestionar la cosa pública y eligió el noble arte de la política para llevarla a cabo debería ya haber implementado las medidas previsoras oportunas.
El político actual se empeña en vaciar de contenido la definición de la actividad que le da de comer. La política, digo yo, se basa en el ejercicio del poder con el objetivo de garantizar el bien común de la sociedad, la toma de decisiones adecuadas a derecho y la distribución equitativa de los recursos, entre otros. Aquí no. El aragonés dice que el agua del Ebro no se toca, el catalán que muchas gracias a Valencia pero que, total, para unos pocos millones de litros en barco pues que no hace falta y, además, ¿quién paga la fiesta?. Años atrás, cuando parecía que podía hallarse cierto consenso entre comunidades para poner en marcha con garantías un Plan Hidrológico Nacional que contribuyera a repartos y trasvases efectivos, la política de chichinabo y ombliguera se encargó de que hiciera aguas.
Política ombliguera
Es una verdadera lástima que la clase política de este país continúe poniendo por encima de otras cosas el beneficio personal o, siendo generosos, el de su colectividad más afín. No me referiré al tema estrella de la amnistía porque es tan evidente que ya cansa, pero me avergüenza sentirme representado por quienes se mueven en política con armas y bagajes que no son propios de tan noble actividad.
Piensen en macro y hagan pedagogía, genial. ¿Qué tal si nos ocupamos de hoy?
1 comentario
Como haces frecuentemente, has dado en el clavo.