Y digo yo.., que corría el verano de 1975. Hay quien dice, siempre después de haber tenido según qué experiencias, que voluntario ni para comer. Nosotros, como justo acabábamos de salir de la adolescencia, y por aquello de intentar evitar que los militares nos mandaran a cientos de kilómetros de Lleida, decidimos ir a “cumplir” con el Servicio Militar de forma voluntaria. Porque sí, ¡ala! Nos convertimos en Voluntarios de Julio del 75, prestos a pegar cañonazos.
La estación de Renfe de Lleida fue el lugar de encuentro. Allí nos conocimos los chavales que iban a convivir durante 20 meses, primero en el campamento de Sant Climent de Sescebes, en Girona, y posteriormente en el acuartelamiento de Artillería de Lleida, en Gardeny. Éramos proyecto de todo. Potenciales peluqueros, ingenieros, funcionarios, agricultores., agentes de seguros, banqueros, etc, etc. El destino estaba por decidirse, pero lo que estaba claro es que el más inmediato era el de ponerse el traje de faena y ocupar las literas del campamento durante el cálido verano de 1975.
Tiempo perdido, amistad ganada
Hoy la “mili” es solamente un recuerdo. Aquel que en la actualidad quiere formar parte de las Fuerzas Armadas lo hace de forma verdaderamente voluntaria y profesional. Lo nuestro fue un voluntariado forzoso y para algunos una pérdida de tiempo, concretamente de dos años de juventud que hubieran podido dedicarse a otros menesteres. Otros no piensan igual y es posible que obtuvieran algún beneficio de ese tiempo de convivencia. Hay gustos para todo y son del todo respetables.
Pero lo innegable es que un resultado positivo de aquella época si se ha producido, y la demostración más palpable es la ininterrumpida convocatoria para la comida de hermandad que siempre ha sido atendida, excepción del periodo COVID que suspendió toda actividad social. El fruto de 20 meses de embarazo militar es la amistad que hoy perdura.
Se cumplió el pasado viernes el 46 encuentro de los voluntarios del 75, pertenecientes al Regimiento de Artillería de Campaña número 21 de Lleida, comúnmente denominado RACA21. Fue en una comida, como viene siendo tradicional, en la que nos congregamos un total de 18 “artilleros” y sí, porque negarlo, recordamos en nuestras conversaciones episodios de aquellos meses en el cuartel de Gardeny, anécdotas con compañeros y con mandos. Aquel sargento chusquero que…, aquel teniente que le daba al…, aquella guardia con la niebla de noche…
Es normal que surjan los recuerdos y se intercambien sensaciones vividas, pero ya, a estas alturas, en que todos (o casi todos) hemos pasado a engrosar la nómina del Estado y recibimos nuestra mayor o menor pensión de jubilación, los temas de conversación suelen girar en torno a la familia creada, a los nietos que reclaman nuestra atención diaria y a las “hazañas” laborales que hayamos podido protagonizar en los años pretéritos. ¡Ah!, sí, también se habla del riñón, del hígado, del colesterol, del corazón, la hipertensión y toda suerte de males que nos rodean.
Se habla de todo, y en el ambiente se respira un cierto aire de incredulidad sana. ¿Cómo es posible que después de 46 años sigamos firmes atendiendo a la convocatoria? A ver si tendrá la culpa la formación recibida en Gardeny. No creo.
A la orden de llamada
Estar uno junto al otro, compartiendo mesa y mantel cada año en el mes de marzo, solo es posible gracias a la íntima y férrea voluntad de cada uno de nosotros que, no se sabe cómo, tenemos establecido un vínculo de amistad y la necesidad de, al menos, darnos un abrazo anual, un cañonazo de confeti que demuestra la alegría del reencuentro. Todos queremos vernos, pero siempre hay alguien que se encarga de cohesionar al grupo y carga con la tarea de convocar e insistir. Es de justicia reconocer la labor del “artillero” Eduard Segarra (qué digo artillero, si llegó a sargento el tío)
El paso de los años hace mella en todos nosotros, en mayor o menor medida. Lamentablemente tenemos que levantar la copa para brindar por aquellos que ya no pueden acompañarnos, y así lo hacemos para recordarlos.
Nos veremos el próximo año. Antes de marzo es posible que algún almuerzo pantagruélico nos reúna a algunos en la torre de Miquel, allá por los confines de Alcoletge, pero la cita de la comida del 2024 está ya agendada.
2 comentarios
Ets collonut
ETS un crack Jandro
Contentísima de aver compartir aquest día amb tots vos al tres
Molta salut per tots