Y digo yo… que no es la primera vez que escribo en esta vitrina de comunicación acerca de la corrupción. Mucho me temo que no será la última porque la cantinela del comportamiento humano desviado de la ética y la honradez no cesa. Si intercalo el término cantinela es porque, entre las muchas definiciones que pueden encontrarse sobre la corrupción, me ha impresionado sobremanera la que de ella hizo el escritor Juan José Millás relacionándola con el mundo de la música, en una de sus recientes intervenciones en la Cadena SER.
Dice el periodista y escritor valenciano que la corrupción es como el estribillo de la vida ciudadana. ¡Soberbio! No me digan que no. Es una comparación, para mí acertadísima, que nos presenta ese comportamiento como algo recurrente y, por desgracia, sin solución de continuidad.
Una musiquilla recurrente
A lo largo de la vida., y más concretamente de la vida pública cuyos protagonistas son la clase política encargada de pilotar la nave económica y social de una comunidad, aparece siempre algún que otro caso de corrupción. Como en una canción que se estructura a base de estrofas que podrían muy bien contar el desarrollo de la vida en sociedad, con sus avances, progresos, mejoras, virtudes y defectos, etc. y el estribillo que aparece sistemáticamente.
Estamos de acuerdo en que hay canciones buenas, otras menos buenas y verdaderos bodrios musicales que mas valiera que no hubieran visto la luz, pero es lástima que algo tan deleznable como la corrupción y lo de meter la mano en la caja se asemeje a una de las más bellas artes.
Sea para bien o para mal, de una canción solemos acordarnos de su estribillo. Es lo que queda en la conciencia colectica y por el que identificamos a su autor o autores y a la totalidad de la canción. De lo que antecede desprenderán con rapidez que tengo que referirme a uno de los porqués la política y sus sujetos activos están tan denostados y tan desacreditados.
No paran de introducir el estribillo en la canción de la vida que nos cantan, unas veces con sonidos suaves y agradables dignos de los mejores intérpretes; y otras con estridentes notas que muestran la impericia, cuando no la total negación, a la hora de ejercer las funciones para las que fueron elegidos.
Se afanan en acortar las estrofas y entonar el estribillo, cantándoselo a sus contrarios con grandes muestras de alegría, algo que también debiera sonrojarnos pero que igualmente corresponde a la naturaleza humana, más propia de alegrarse de las desgracias ajenas que lamentarlas y coadyuvar a su erradicación empleando, al menos, un poco de solidaridad.
Música de la mala
Porque los casos de corrupción son una desgracia, sí. Debieran serlo en primer lugar para aquellas formaciones que se ven inmersas en ellos porque algunos de sus miembros les avergüenzan. No cortaremos por el mismo patrón a todos los políticos, pero sí sería menester exigir un ápice de empatía y complicidad entre las fuerzas políticas en lugar de poner en marcha ventiladores que no hacen más que fortalecer el estribillo de una música que suena tétrica.
Es como cuando en el fútbol nos alegramos más de que tropiece, cuando no que pierda, nuestro equipo rival que el de nuestros colores. No tenemos remedio.
5 comentarios
Acertada cantinela, como siempre, Jandro.
…y es un no parar.
Un abrazo
Un bon comentari, escrit amb habilitat i fent observacions ingenioses. Darrera de l’estil superficial s’amaga, però, un gran pessimisme envers la naturalesa humana: no apuntes cap senyal que ens permeti tenir quelcom d’esperança. Aleshores pregunto, quin missatge vols transmetre? Paga la pena viure, o no?… Perquè, en el fons, admets que existeixen unes normes étiques objectives. Per tant, l’ésser humà, està condemnat a caure en la corrupció per sempre més?
Ja que fas pregunta, estimat Alfons, et diré que, malgrat lo superficial que és l’¡estil no s’amaga res dins d’ell llevat d’allò que cadascú, com ara tu, pugui veure. Està bé que faci aquest efec te, i tant! Només es tracta de la constatació d’un fet recurrent. No em diguis que no té una mica de música. I sí, millor que no ens posin a prova, peró penso l’ésser humà te una maleïda tendència a corrompre’s. Que hi farem!
Bien; acertado como siempre.
Todo lo que sale de Millás es, con su toque irónico y un poco surrealista, la pura verdad. Tú le has leído muy bien y, como sabes mejor que nadie lo que es una canción…
Como dice Serrat, “la verdad no tiene remedio”, y el hombre tampoco, se podría añadir. No solo repite el estribillo de la corrupción una y otra vez, también el de la violencia, el odio, la ambición la soberbia , la insolidaridad.
Muy buena reflexión la tuya, pienso, aunque me encantaría pensar lo contrario. Bien por Millás y bien por ti. Un abrazo.