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Conversar para entenderse

por Jandro Olmo
3 min. de lectura

Y digo yo… que, ciertamente, para entenderse bien no hay nada mejor que dialogar y conversar. Frente a frente, cara a cara o, también, por qué no, a través del teléfono o de una videollamada. La tecnología ayuda sin duda. No tengo tan claro que otras redes sociales que tienden a sintetizar los mensajes sirvan para entablar una conversación que sería deseable que fuera, al menos, provechosa para ambas partes.

Conversar no es fácil. Tampoco lo es dialogar. Requiere tener presentes diferentes factores que tienen que ver con comportamientos personales, muy arraigados a la personalidad de cada cual y que, normalmente, no hacen más que entorpecer el buen desarrollo de la conversación. Son aspectos tan nuestros que fomentan el ego que todos tenemos y que aflora en detrimento del objetivo que se persigue.

Conversar para disfrutar

El objetivo, o mejor uno de ellos y bastante importante, sería el de poner sobre la mesa cualquier tema para su análisis o discusión con la contribución de los puntos de vista de cada uno. Cuando la conversación discurre por los cauces pertinentes y el término “discusión” no alcanza la categoría de contienda, creo que es más fácil llegar a una conclusión y disfrutar del tiempom echado. El objetivo que no significa, necesariamente, la victoria de una tesis sobre la otra.

Conversar para entenderse

Mediante la conversación se pueden poner en práctica virtudes y conductas sociales que son muy aconsejables para producirse en la vida. La conversación eficaz será aquella en la que reine el respeto y la cortesía, en la que mesure el tono de voz y no solo se argumente mediante la palabra, sino que también el lenguaje corporal invite a no interrumpirla.

Ah, la interrupción… Otra piedra en el zapato de una buena conversación y que, lamentablemente, es moneda de uso corriente entre dialogantes que se discuten haciendo caso al sentido bélico del término, en los medios televisivos o radiofónicos. Evitar las interrupciones es importante para permitir a la otra persona expresarse con tranquilidad.

La escucha activa

La escucha activa implicará, además de una mejor comprensión de los argumentos de la otra persona, una actitud que representa atención e interés hacia ella. Y ligado a todo ello, cuando el respeto y la comprensión reinan en el diálogo, aparece la empatía como enganche entre los interlocutores. El nirvana conversacional ya sería que los protagonistas fueran empáticos por naturaleza.

Una buena conversación se basa también en el equilibrio a la hora de las intervenciones. Equilibrio entre hablar y escuchar. Qué poco sabemos escuchar. La máxima simetría posible en los turnos de palabra evitando los monólogos, peligrosos amigos de nuestro ego, sería otro de las metas a conseguir.

Conversar para entenderse

Todo lo antedicho, y otras muchas cosas más, son factores favorables a la conversación. Del mismo modo su contrario representa los obstáculos para el éxito de la misma. Son el yin y el yang de lo que debemos tener en cuenta.

Calma y compostura

Me interesa, no obstante, detenerme un poco en un aspecto que suele aparecer en las conversaciones y que, aunque relacionado con lo anteriormente expuesto, no es fácil de controlar. Se trata del dominio de las emociones a la hora de tratar los temas, especialmente aquellos que afectan a convicciones muy ligadas a la personalidad de cada uno y que parece que no estemos dispuestos a que nadie las ponga en solfa.

Temas que se alojan en la parte visceral de nuestro ser y se comunican directamente con el intelecto contaminando a la razón. Cuando la visceralidad dejamos que se manifieste aparece la ira y la frustración, ambos conceptos nada recomendables, que conducen a respuestas impulsivas y poco constructivas. Por eso merece la pena mantener la calma, separar ambos hemisferios y controlar sus embestidas. Calma y compostura.

Y, finalmente, como creo que debiera ser ley en el devenir humano, se me antoja fundamental acudir a la conversación con la mente abierta y la plena disposición a encontrar puntos de vista distintos acerca de cualquier tema.

Y callo ya, que esto huele a monólogo que tira p’atrás.

5 comentarios

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Núria Niubó i Cabau 13/07/2023 - 21:11

Saber escoltar i saber deixar parlar, és gairebé un art. Dones una bona lliçó. A molts polítics els hi fa molta falta!
Una abraçada
Núria

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Maria Angeles Pablo 19/07/2023 - 17:38

Interesante el tema que abordas hoy ” Conversar para entenderse” y que difícil llevarlo a la práctica y no solamente por los políticos, como hemos podido constatar en los últimos días , si no también por todos y cada uno de nosotros. Saber escuchar y dejar hablar sin prejuicios preestablecidos que nos impiden ampliar nuestra mente a otros puntos de vista.
Gracias Jandro
Un abrazo
María Ángeles

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Maria Ángeles Pablo 19/07/2023 - 17:00

Muy interesante el tema que abordas hoy ” Conversar para entenderse” y que difícil llevarlo a la práctica y no solamente por nuestros políticos,como hemos podido constatar estos últimos días, si no también por todos y cada uno de nosotros. Escuchar con la mente abierta y dejar hablar sin prejuicios preestablecidos son lecciones que deberíamos practicar más a menudo.
Un abrazo
María Ángeles

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Ana Borreguero 21/07/2023 - 22:42

Com sempre, tota la raó. I no només als polítics se’ls hi pot retreure que tendrien que parlar e interrompre menys i escoltar més, crec que ens ho hauriem d’aplicar tots en el nostre dia a día. Anem tan depressa a l’hora de donar les nostres opinions (potser per la por de que ens interrumpeixin abans d’acabar d’exposar -les) que convertim les converses en un neguit, en una especie de competició per veure quí pot parlar més , sense prestar atenció al que ens estàn dient.
Difícil art el de saber escoltar. Màxim quan gairebé sempre ens pensem que la raó es nostra i l’altri està equivocat.

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Ana Borreguero 19/07/2023 - 19:16

Com sempre, tota la raó. I no només als polítics se’ls hi pot retreure que tendrien que parlar e interrompre menys i escoltar més, crec que ens ho hauriem d’aplicar tots en el nostre dia a día. Anem tan depressa a l’hora de donar les nostres opinions (potser per la por de que ens interrumpeixin abans d’acabar d’exposar -les) que convertim les converses en un neguit, en una especie de competició per veure quí pot parlar més , sense prestar atenció al que ens estàn dient.
Difícil art el de saber escoltar. Màxim quan gairebé sempre ens pensem que la raó es nostra i l’altri està equivocat.

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