Y digo yo… que no es fácil luchar contra la calumnia. No hay nada peor que sembrar la duda en tu entorno acerca de actos falsos que se esparcen ante ti y de los que se te hacen responsable con la intención de perjudicar tu reputación. La calumnia tiene el poder de adentrarse en la mente del perjudicado y hacer de él un títere a merced del calumniador, que pretende el desprestigio social de su prójimo para conseguir de él lo que por medios éticos y lícitos no podría nunca obtener.
A pesar de los perjuicios que suele producir la calumnia es importante tener conciencia de que los argumentos vertidos no se corresponden con la verdad y que ésta debe prevalecer siempre. Con esta convicción el poeta Rubén Darío combate al calumniador y a sus efectos.
Puede una gota de lodo
sobre un diamante caer;
puede también de este modo
su fulgor obscurecer;
pero aunque el diamante todo
se encuentre de fango lleno,
el valor que lo hace bueno
no perderá ni un instante,
y ha de ser siempre diamante
por más que lo manche el cieno.
Es importante diferenciar la calumnia de la maledicencia. Mientras que la primera utiliza para su fines argumentos falsos, el maledicente emplea imputaciones verdaderas, hechos que son reales y que le sirven para doblegar a su adversario. En ambos casos, no obstante, el daño que se infringe al calumniado supone el descrédito para el perjudicado, que debe contrarrestar el ataque con la siempre difícil reconversión de la reputación dañada. De hecho estamos hablando de una figura delictiva. Calumniador igual a delincuente, nos nos quepa duda. En ocasiones dejamos pasar la calumnia por considerarla efímera.
La calumnia en el arte
En muchas disciplinas artísticas se ha tratado la calumnia. Además de la poesía antes citada, la pintura y la música también se han ocupado de ella, de sus protagonistas, sus aliados, su comportamiento y, naturalmente, sus víctimas. Es interesante el cuadro de Sandro Botticelli “La calumnia de Apeles” y la descripción que se transcribe a continuación de los protagonistas, y que se debe a una de las entradas del Diccionario filosófico de Centeno.
“Hay que destacar diez figuras que, identificadas de derecha a izquierda, son las siguientes. A la derecha del todo entre dos mujeres se encuentra el Rey Midas. Pero fijémonos que tiene unas grandes orejas de asno. Eso quiere decir que no es bueno en sus atribuciones como juez. Principalmente porque está siendo aconsejado por dos mujeres que le susurran y acarician sus orejas de burro. Una representa la Sospecha y la otra la Ignorancia. Midas extiende sus brazos hacia delante, hacia la Envidia, que en este caso, curiosamente, viene representada por un personaje masculino, un monje. Éste lleva del brazo a una mujer, la Calumnia, la cual, a su vez, viene arrastrando de los pelos a un varón desnudo, el Calumniado, que parece rogar que se esclarezca la verdad. Pero nadie le atiende. Mientras que la propia Calumnia es peinada y acicalada por la Insidia y el Fraude, representadas por sendas mujeres. Por último, a la izquierda del todo, tenemos a una anciana harapienta y con las manos libres pero sin poder hacer gran cosa, es la Penitencia que lo único que puede hacer es esperar y volver la mirada hacia atrás para contemplar la Verdad desnuda, representada por una bellísima mujer, blanca, resplandeciente pero a la que parece que todo el mundo ignora, mientras ella mira al cielo en donde está y de donde deriva, en sentido platónico, suponemos, toda verdad. Después, distribuidos por toda la arquitectura dispuesta en perfecta perspectiva, tenemos distintas figuras algunas de ellas mitológicas: tenemos a S. Pablo, al rey David, la escena de Apolo y Dafne, de Heracles y Licas… etc.”
Un “venticello”
Como una pequeña brisa que va susurrando en voz baja, a ras de tierra, sigilando, la calumnia se introduce en las cabezas y los cerebros de la gente, de forma hábil, hasta que estalla y el calumniado es pisoteado y humillado bajo el azote público. Así describe el libretista Cesare Sterbini las características de la calumnia en la ópera, El Barbero de Sevilla de Gioachino Rossini. De esta manera la canta el bajo-barítono italiano, Ruggero Raimondi.
1 comentario
Como siempre, artículo cargado de razón y razonamientos.
Con mucha mas incidencia hoy dia, donde cualquier calumnia se ve multiplicada miles de veces por la expansión que de ella se hace en redes sociales.
Ojalá la gente se abstuviera de compartir lo que no sabe que es cierto!