Inicio Mi taller El Muro de Dominique

El Muro de Dominique

por Jandro Olmo

La imagen superior nos muestra el muro, el espacio costero que desde hace más de 50 años merece mi atención, durante al menos unos minutos, para entregarme a la contemplación del azul del mar Mediterráneo y relajar cuerpo y espíritu en las contadas ocasiones que puedo visitarlo cada año.

El muro está situado en el Camí de Ronda que enlaza por la costa las poblaciones de Llafranc y Calella de Palafrugell, un recorrido del todo recomendable y, como el que bordea la costa catalana, lleno de vistas sobrecogedoras y tramos difíciles de olvidar. Nada más vencer las 132 Escaleras de Garbí que parten de la bahía de Llafranc y dan acceso al Camí de Ronda, se encuentra este tramo que te ofrece una excepcional vista de la bahía. Hoy, con el paso de los años, el mantenimiento de la zona ha hecho que se pueda disponer de nuevo empedrado, de algunas plantas y pequeñas variaciones urbanísticas que, afortunadamente, no pueden perturbar el encanto que sigue conservando el lugar que, para mi, fue refugio en mis años infantiles y de adolescencia y en el que dejé sueños y los proyectos mas inverosímiles.

El Muro de Dominique

El muro fue testigo de la temprana adolescencia. Años sesenta, cuyos veranos suponían mañanas de playa y tardes de estudio por aquello de las recuperaciones. Allí, sentado en el borde del muro, con los pies colgando y la mente volando, nacían y morían cientos de historias con otros tantos protagonistas. Un carguero situado en la línea del horizonte se convertía rápidamente en excusa perfecta para llenarlo de sueños y acceder a su puente para tripularlo sin restricción alguna. Al poco rato podía convertirme en aquél intrépido bañista que se deslizaba a toda velocidad detrás de una lancha fuera borda. Una avioneta cruzaba la bahía mostrando una larga banderola publicitaria. ¿El piloto?: yo

Dominique nique nique

Ella fue la protagonista por excelencia. La vi una mañana en la playa y creo que debía tener, como yo, 12 o 13 años. Estaba con su familia y podía escuchar como hablaban entre ellos, aunque no entendía nada. Era francés. Los turistas franceses eran mayoritarios en la década de los sesenta. Nadie la llamó por su nombre, pero yo la bauticé enseguida como Dominique, seguramente influenciado por Sor Sonrisa, la monja belga creadora de la popular canción Dominique que, en aquél entonces, se escuchaba a todas horas. Me valía. Sí, Dominique.

El Muro de Dominique

Dominique me acompañaba en silencio cada vez que me sentaba en el muro. No hablaba porque era yo quien lo hacía por ella y nuestras conversaciones solían ser a media voz, en ocasiones ni se podían escuchar. Iban y venían por mi mente después de un paseo por el corazón. La habría invitado al muro, pero sólo la vi ese día en la playa. Me negué a perderla y la convertí en mi amiga del alma, del muro.

Su generosidad ha sido tal que, con el tiempo, ha sido capaz de admitir bajo su paraguas a otros sueños con nombre de mujer. Y en el muro otras chicas fueron también Dominique, o mejor, fue con ella con quién hablé de ellas. Posiblemente mi mejor “alter ego” para conversar y plantear sueños y opciones futuro. Algún verano, mientras contemplaba el verde y azul del paisaje, me decía: qué, ¿ya no me hablas de aquella morenita de pelo rizado?. Dominique, mi amor, ¿sabes? hay una rubia de media melena y mirada incierta que, no sé… Bueno, pues “laissez-le durer”

Visita obligada

Un lugar como este, tan cargado de energía personal, y siempre tan dispuesto a cederte su espacio sin pedir nada a cambio, no merece quedar en el olvido. Muy al contrario requiere, el mas firme de los compromisos, y visitar Llafranc significa, sí o sí, sentarse en el muro, como mínimo a la llegada y en la despedida.

muro

El significado del muro ha calado entre los míos que, seguramente, conversan hoy con su Dominique particular, porque el muro ofrece la posibilidad de introspección sincera, y es bueno, aunque en ocasiones inquietante hacerlo. El romper de las olas en las rocas de allá abajo y ese “venticello” marino en la cara son la antesala perfecta para explorar el interior. Hoy, el excesivo tráfico del Camí de Ronda no pone fácil la contemplación serena, pero siempre hay unos momentos mejores que otros para sentarse a solas con Dominique.

Deja un comentario

Te va a gustar