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El 5º mandamiento

por Jandro Olmo

Ave María purísima. Dime Begoña, ¿Qué te trae por aquí? ¿Cuál es el mandamiento que te preocupa?, me resulta un poco difícil pensar que tengas alguna cosa de la que arrepentirte y me extraña verte en el confesionario, tú que eres tan piadosa, que no faltas ni un solo día a misa de doce.

– Pues mire Padre, el quinto. Estamos de acuerdo en que la vida es el bien más preciado que tenemos ¿verdad? Dios así lo dice, y digo yo que será cierto porque hasta nos prohíbe quitarla.

– Claro Begoña. No matarás, conoces muy bien el quinto mandamiento.

mandamiento 5

– Lo conozco y no lo infrinjo, pero, perdone usted, me siento en cierto modo culpable y responsable de aceptar el crimen, aunque solo sea por omisión. Ese es mi pecado.

– ¿De aceptar qué crimen?

– He sabido que Aitor tiene las manos manchadas de sangre. Temo que el odio se haya apoderado de él. Algo dentro de mí me decía que no andaba bien, y más desde que hace más de un año que falta de casa. En la televisión las noticias le atribuyen ya siete muertes por atentados. Padre, Aitor es un terrorista.

– Vamos a ver Begoña, Aitor, primero que nada, es tu hijo. Todos en el pueblo le hemos visto crecer y siempre ha sido un chaval muy valiente. No sé en qué andará metido desde que se fue del pueblo, pero ya es mayor y responsable de sus actos. Es un luchador.

– Pues para lucha la mía, Padre, que cada día que vengo a la Iglesia y me arrodillo frente a Jesús crucificado me cuesta más levantar la cabeza. No sé que cara ponerle. ¿Cómo le digo que quiero a un asesino? ¿Cómo le digo, aunque ya lo sabe, que cada quince días me adentro en el bosque para dejarle comida y bebida para él y sus compañeros?

– No sufras tanto Begoña. Eres buena y no haces más que cumplir con lo que se espera de una madre. Debes estar segura de que Dios comprende tu desazón y está contigo.

– Poco me importa que esté conmigo si ha abandonado a mi hijo, Padre. La que no comprende nada soy yo. No sé por cuál de las responsabilidades que me afectan debo decidirme. Si he de poner el amor hacia mi hijo por delante de mis convicciones, aquellas con las que he vivido y que usted mismo proclama desde el púlpito cada domingo, cuando la sangre de mi sangre las viola pecando contra el quinto mandamiento.

– Begoña, mujer, estamos permanentemente a prueba por el Señor. Te repito que Aitor es mayor y responsable. Deja que recorra el camino que eligió pensando en sus ideales y continúa queriéndole como antes.

– Su usted lo dice Padre seguro que será cierto. Entiendo que estoy perdonada.

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