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El complejo camino del medio

por Javier León
3 min. de lectura

«Porque el recto camino del amor, tanto si lo seguimos por nosotros mismos como si somos guiados en él por otros, consiste en empezar con las bellezas de aquí abajo y en seguir elevándonos hasta la belleza suprema».
Platón (El Banquete)

Si no tenemos luz, nadie nos ve, ni las fuerzas del bien ni las fuerzas del mal. Navegamos como seres insignificantes e invisibles en el gran océano de la vida. Eso puede ser una gran ventaja si lo que se desea es descansar o pernoctar en la noche oscura, no importa si del alma o de la personalidad.

El justo equilibrio

A veces es necesario retornar al camino del medio, siempre laborioso, extraño, complejo. Tanto quizás más que los caminos extremos, aquellos en los que Buda transitó, el de la opulencia y el de la indigencia. Nos gustaría no renunciar al sueño, a la felicidad de los otros, pero desearíamos poder hacerlo sin tener que renunciar a nuestros propios sueños personales, y sin tener que renunciar a nuestra propia felicidad, salud o equilibrio. Desearíamos empezar con las bellezas pequeñas, las de aquí abajo, y seguir con ello, poco a poco, para elevarnos hasta la belleza suprema. Lo hemos intentado de mil maneras, y ahora toca recoger velas. Aferrar la vela a su verga de modo que no reciba viento ni pueda este desplegarla.

Diez años de indigencia requieren volver al justo equilibrio. Volver al centro, al punto de quietud, al deseado camino medio. El madhyamā-pratipad es el camino del no Extremo, la práctica del No Extremismo. La moderación que supone huir de los excesos ha llegado a un punto de no retorno. Deseamos descansar, restablecernos, volver a empezar desde otro lugar, desde otra senda moderada. Entre la austeridad y la indulgencia sensual, existe una tercera vía.

El camino medio es el camino de la síntesis. En términos más profundos, es el camino que deja de luchar entre lo fenomenológico, lo aparente, y lo esencial. Se crea un contacto inevitable con aquello que nos permite disfrutar de lo bello y de lo oceánico de la vida sin lucha, sin deseo, sin animadversión, de la vida cotidiana sin mayores suplicios.

Hacia el equilibrio

El camino medio requiere templanza, especialmente cuando necesita abandonar los límites, los abusos, las injerencias, las intromisiones, las exigencias y atropellos que todo rayo de pequeña luz provoca. Es complejo no dejarse provocar, es complejo no caer en la misericordia camuflada o en la connivencia. Abandonar un lugar para situarte en otro supone reajustar toda tu vida, toda tu existencia, buceando en lo profundo hasta que tu ser esencial te guía por el correcto devenir. Los Asientos servían para eso, para el reposo. Otras Montañas volverán tras el tupido velo del horizonte.

camino

El dharma, la rectitud, el camino recto, siempre es una empresa compleja. ¿Qué es lo correcto para cada uno, y cómo se puede ser útil para los demás sin que ese quehacer nos dañe? A veces es difícil no dañar cuando te aferras a la decisión de no dejar que otros abusen de ti, de no permitir más injerencias o atropellos. Los sacerdotes ataviados en los altares son propensos a pensar en exceso, y por lo tanto, a señalar en exceso. El pecado, la falta, el desliz, formará parte del vocabulario común. Y luego el rencor y el abuso, la crítica y la destrucción. No hay remedio para el que predica sin dar ejemplo. De ahí que sea mejor apagar la luz, permanecer invisible.

El complejo camino del medio requiere silencio. Un silencio especial, disciplinado, oportuno. Requiere dejar que todo se apacigüe para que la vida y su oceánica belleza nos empuje hacia el siguiente devenir. El simbolismo oculto de los bosquecillos interiores requiere de mucha paciencia para poder desbrozar la correcta senda. Cada matiz, cada paleta, cada trazo, necesita concentración, dharana. Los tejedores saben bien lo costoso de cada empresa. Y entienden también lo costoso que es el desapegarse de la semilla que debe morir en la tierra húmeda y doliente. Crear el arquetipo, señalar el camino y desaparecer. Volver al camino medio es volver a esa enseñanza de muerte y resurrección. Si no tenemos luz, nadie nos verá. Moriremos y volveremos a nacer una y otra vez, en silencio, invisibles.

1 comentario

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María Rosa 10/03/2023 - 21:11

Cada ser es distinto,el dilema es inevitable.Equivocarse es de humanos.Somos vulnerables

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