Estamos ante el primer aniversario de la quizás tercera guerra mundial. Como toda guerra, tenemos, siempre desde nuestra sesgada perspectiva, a un héroe, Zelensky, y a un villano, Putin. Y luego tenemos los ingredientes perfectos para que de nuevo el futuro de la humanidad penda de un filo hilo, de una nueva delgada línea roja.
Las grandes guerras se desencadenan por hechos aparentemente aislados. La primera gran guerra, por el asesinato de un archiduque. En la segunda gran guerra, la expansión alemana hacia occidente por Polonia o el ataque de Pearl Harbor por parte de Japón crearon el escenario para una de las guerras más mortíferas de nuestra historia.
El escenario actual no ha cambiado mucho, excepto que la nueva Alemania, al parecer, es Rusia, y que la nueva Japón, al parecer, es China. La expansión hacia occidente que antes deseaba Alemania ahora la desea Rusia y la Expansión hacia Oriente, ahora la desea China. Veremos a ver qué ocurre con Taiwan y Corea del Norte si las cosas se empiezan a complicar en los próximos tiempos.
Programación sutil
Un año de guerra en Ucrania es mucho tiempo, sobre todo si pensamos en la posibilidad de que el conflicto se enquiste o se expanda a otras regiones. Letonia, Estonia y Lituania están en el punto de mira de Rusia, así como una posible anexión pacífica de Bielorrusia.
Lo único que podría cambiar el tablero de juego sería, como ocurrió en la Gran Guerra, una nueva Revolución de Febrero en Rusia. Posiblemente esto sea lo que intentan crear los aliados occidentales con sus continuos paquetes de sanciones. Sanciones que pretenden a la larga ahogar la economía, enfadar a la población y potenciar el derrumbe de Putin, el nuevo zar de la Rusia moderna.
En el plano geopolítico, no interesa que el pulso entre Occidente y Oriente se extienda como ocurrió en el siglo pasado. No conviene una nueva gran guerra que destruya todo el bienestar conseguido, un conflicto donde el peligro nuclear aceche de nuevo. Pero en el plano más sutil, quizás se esté fraguando una autodestrucción programada, una especie de destrucción especista, una autorregulación del ecosistema, una homeostasis poblacional, una biocenosis que empieza a quebrar y requiere destrucción.
Si la tierra empieza a sufrir enfermades, por ejemplo, fiebre (cambio climático), debido al exceso de población y nuestra continua depredación, es posible que como sistema biológico busquemos alguna manera irracional (una guerra, por ejemplo) para regular nuestros excesos.
Dicho así, parece poco serio, pero visto todo con cierta perspectiva biológica y antropológica, podríamos concluir que estamos ante un momento histórico delicado y alarmante. Puede ser que el ser humano tenga la capacidad de autorregularse de forma sabia. Los últimos inventos y tecnologías apuntan a que en un medio plazo esto podría ocurrir. Pero no sabemos si esa autorregulación consciente y sabia está llegando tarde o llegará cuando todo sea irreversible.
Europa en revisión
Una nueva guerra en Europa es un síntoma de agotamiento de un sistema de estado-nación que pervierte de alguna manera el crecimiento de nuestra cultura, consciencia, tecnología y bienestar actual. Los argumentarios nacionalistas y patrióticos que justifican este tipo de guerras están caducos y choca frontalmente con los tiempos. Esto es lo que nos dice la inteligencia, pero la emoción, lo irracional, siempre nos lleva a portar banderas y señas de identidad explosivas. Una especie de mundo pirómano en manos de adolescentes necesitados de identidad. Países, naciones o estados que saben de esa necesidad y la utilizan para justificar medios y fines poco racionales.
La expansión hacia Occidente u Oriente no es algo nuevo. La guerra de culturas, las supuestamente depravadas contra las que desean mantener y conservar lo tradicional, el orden y la identidad, sigue estando ahí. Las previsiones futuras no son nada optimistas. Lo único que puede salvarnos de una nueva hecatombe mundial sería una nueva revolución de febrero con tintes modernos.
La loca mente de un Hitler o un Putin solo puede ser contenida por sus enemigos internos. O Putin es juzgado y encarcelado por crímenes contra lesa humanidad, o el conflicto irá a más y a más con impredecibles desenlaces. Occidente se aferra al discurso de la libertad y la seguridad. Oriente al discurso de la identidad y lo tradicional. Aunque aún no somos del todo conscientes, estamos ante un nuevo escenario de guerra mundial. Quizás la tercera, quizás la última.
2 comentarios
Interesantísimo ( y estremecedor, por lo factible) punto de vista sobre la caótica situación sociopolítica de este mundo que ha perdido un norte que nunca ha llegado a encontrar.
Enhorabuena por tan clarísima exposición de lo que es difícilmente comprensible para los que vemos, asombrados, la deriva de este hermoso planeta, que tuvo la mala suerte de que apareciera una especie que sólo parece tener el ansia de destruirlo.
Querida Ana. Que bien, corto y clarito.