Comportarnos de acuerdo con el ritmo que marca nuestra conciencia no es tarea fácil. A fe que no lo es. A menudo tiene que intervenir nuestro inefable ser interior para interpelarnos sobre los desmanes que protagonizamos, unas veces de forma plenamente consciente, y otras como consecuencia del cauce incontrolado de los acontecimientos que nos agobian. Pero bien tampoco es necesario, desde luego, flagelarse en demasía.
En la senda iniciada cuando penetramos en los misterios de la Orden masónica nos encontramos con una herramienta destinada ayudarnos a conseguir la armonía deseada entre los dichos y los hechos, controlando los impulsos que, centrífugamente, nos desplazan del proceder ético y natural que sería de desear.
El compás, protagonista de estas lineas, está a nuestra disposición. A la vez que, en sentido profano, lo utilizaremos para establecer límites, trazar circunferencias y/o establecer proporciones; en la pedagogía masónica hallaremos el sentido espiritual de sus funciones y nos conducirá a establecer los espacios concretos que albergan la ética y la corrección con la conciencia como norte de nuestra actuación.
Masonería y simbología
Masonería y simbología van íntimamente unidas. Diríase que una no se entiende sin la otra y quizá sea el compás, junto con la escuadra, el símbolo que más identifica a la Orden. Una escuadra y un compás, entrelazados, implican masonería allá donde sean observados, Nadie duda de ello al advertirlos.
En los trabajos masónicos al abrir la Logia en grado de aprendiz, el mundo material impera sobre el espiritual todavía. Es necesario progresar en el reciente nacimiento para manejar con destreza el compás que se te concede para discurrir por la senda comprometida a través de la iniciación. Es por ello que cuando la escuadra y el compás presiden la logia en el primero de los tres grados simbólicos, nuestra herramienta protagonista cede terreno.
El compás se doblega ante la escuadra, elemento éste de gran poder simbológico y que va aparejado a él a la hora de la identificación masónica. Mundos espiritual y terrenal plasmados en herramientas de albañilería universal. Se doblega, digo, porque permanece sobre el volumen de la Ley Sagrada, pero debajo de la escuadra que lo cubre porque todavía domina el mundo material sobre el espiritual.
Círculo acogedor
Es en esa dualidad espíritu/materia es donde tenemos que encontrar la justa medida de nuestros actos. El aprendiz, como tal, debe aprender y evolucionar por medio de su trabajo constante y abnegado, y para ello se verá provisto del compás que debe enseñarle los límites establecidos en el círculo que engloba los principios de igualdad, libertad y fraternidad, ejes fundamentales del buen comportamiento humano y de nuestra Orden.
Dentro de ese círculo que creamos con el compás caben todos los valores que se derivan de los tres pilares fundamentales de la masonería. Allí convivimos con el respeto, la corrección, la moderación, la ética y con muchos otros que deben ser ahora, una vez que la oscuridad va diluyéndose, motores de nuestra nueva vida.
Difícil camino el que se presenta para el aprendiz. Por un lado, la comprensión de la simbología a la hora de relacionarla con los quehaceres mundanos y por otro, y más espinoso, el de casar la teoría con la práctica. O lo que es lo mismo y quizá más sencillo de entender: practicar lo que dice la teoría. Casi nada.
Si de consuelo pudiera servir, querido aprendiz, todos seguimos marcando nuestro particular territorio de dignidad con el compás de nuestros actos y la circunferencia no siempre consigue cerrar convenientemente el círculo. Hay veces que, sin embargo, el orgullo de contrastar que algo de lo que aquí se viene a buscar se hace realidad en tí, te proporciona el ánimo necesario para continuar edificando tu templo interior.