Sirva esta carta para recordar que en el mes de agosto de 2019 conocimos la singular noticia del “funeral” por el glaciar islandés Okjökull al que, además de una numerosa multitud, asistió también la primera ministra de Islandia Katrin Jakobsdottir, queriendo de este modo darle la importancia que se merece.
Ha sido la primera vez en la historia que se realiza un evento de estas características para llamar la atención de lo que nos espera como habitantes de nuestra casa/planeta. La pregunta es si tomamos la debida conciencia sobre nuestro comportamiento y, por un momento, imaginamos las consecuencias de la acción humana.
Perfectos irresponsables
En el lugar donde estuvo el glaciar se ha levantado un pequeño monumento con una placa y un texto para la posteridad, que dice: “Nosotros sabemos lo que sucede y lo que hay que hacer. Pero solo tú sabes si hicimos lo que teníamos que hacer”. De esta forma enigmática, los islandeses quieren decirles a las generaciones futuras (se cree que en 200 años, al ritmo actual, no habrá glaciares en la isla) que quizás sus antepasados fueron unos perfectos irresponsables.
“Nosotros sabemos lo que sucede y lo que hay que hacer. Pero solo tú sabes si hicimos lo que teníamos que hacer“
Después de conocer estos hechos, viene a mi memoria otra muerte. Un poco más lejana en el tiempo, pero actual y también lamentable. En este caso sin monumentos ni autoridades que lo atestigüen. Me refiero a la prácticamente desaparición del mar de Aral. Hace 50 años era el cuarto lago más extenso del mundo, con una superficie de unos 67.000 km2 (Catalunya tiene 32.000 km2. Un poco más que dos veces Catalunya) En este corto periodo de tiempo ha pasado de lago a desierto debido a la actividad humana.
Entre los actuales Uzbekistán y Kazajistán, llegó a producir una sexta parte del pescado que se consumía en la antigua URSS. La modificación de los cauces del Sir Daria y del Amur Daria así como la sobre explotación de los acuíferos para la producción de arroz y algodón firmaron la tragedia. Ahora queda apenas el 10% de la masa de agua original y la línea de costa ha retrocedido cientos de km de modo que muchas ciudades han desaparecido al alejarse del agua con el consiguiente éxodo migratorio. Un último dato para corroborar el desastre: originariamente su salinidad era de 10 gr/litro. La salinidad media de la Tierra es de 35 gr/l. y ahora lo que queda de este difunto viviente es de 110 gr/l.
Con estas dos tristes llamadas de atención quiero resumir lo que todos sabemos: la contaminación química, los plásticos, los residuos nucleares que pueden estar activos hasta 20.000 años! Entonces….qué podemos hacer los Francmasones?
Todos los seres humanos tenemos la obligación ética de conservar y mantener en buen estado nuestro planeta. Los FM, además, consideramos que la Tierra es nuestro Gran Templo. El Nadir sobre el que se apoyan las columnas de nuestros pequeños Templos y el Zénit que los cubre.
Carta de compromiso
Así que desde ahora, desde ya, o mejor dicho, desde hace años, debemos mantenernos firmes en la lucha para la conservación de nuestra preciada joya que viaja sin descanso por el Universo. En una carrera geológica por el tiempo y el espacio hacia las estrellas y en definitiva hacia la Luz.
Aquí podemos solucionar los problemas con las goteras, pintar las paredes de oriente a occidente y del norte al sur, poner luces adecuadas a nuestras necesidades ritualísticas… pero qué y cómo podemos hacer para no seguir destrozando a Gaia?
(*)Antropoceno: época de la división de la escala geológica actual, una vez superado el Holoceno, y que se caracterizaría por la huella evidente del ser humano sobre el planeta. Esto quiere decir que la Tierra está cambiando aceleradamente debido a la actividad del hombre. El periodo de inicio no es claro todavía…puede considerarse desde el comienzo de la revolución industrial en Europa a mediados del siglo XVIII o también desde la aparición de los radioisótopos debido a las explosiones nucleares de la década de los 40 del siglo XX.