“Si resultara cierto que alimentar a los extraños es inherente a la naturaleza toda, como algo que tiene carácter de ley general, muchos enigmas quedarían entonces resueltos”. Goethe
Esto lo dijo Goethe tras observar como una camada de petirrojos alimentaba a unos huérfanos pichoncillos de reyezuelo, y lo describe el príncipe Kropotkin en la quinta edición que vamos a sacar próximamente de su inspirador libro Apoyo Mutuo. Kropotkin escribió este extenso estudio inspirado por una conferencia titulada “Sobre la ley de la ayuda mutua”, la cual desarrolló en un Congreso de naturalistas rusos en enero de 1880 el profesor Kessler, entonces decano de la Universidad de San Petersburgo. Kessler murió poco tiempo después, lo cual dejó huérfana la idea que con cierta genialidad pudo más tarde desarrollar el príncipe ruso en contraposición a las tesis darwinianas.
La “ley de la ayuda mutua” nace en contraste a la “ley de la lucha mutua” que tan de moda estuvo en los tiempos de Darwin. La idea principal nos lleva a pensar que las sociedades en general y el ser humano en particular crece y se desarrolla a lo largo de la historia gracias al apoyo mutuo. Esta ayuda mutua de unos a favor de otros alcanza su apogeo en el estado de bienestar en el que ahora vivimos. Podemos decir que las sociedades más avanzadas han suavizado la dureza de la lucha por la vida. Mi tesis doctoral estaba basada en estas ideas.
Un hilo de esperanza
En las próximas décadas, si no ocurre algún tipo de crisis profunda, veremos como esa ayuda mutua, ahora de carácter obligada en los estamentos estatales, repercutirá aún más en la vida individual y colectiva. Por un lado, los estamentos públicos allanarán el terreno para seguir suavizando la supervivencia más básica basada en la seguridad, y expresada en alimentos, abrigo, hogar, salud, educación y trabajo. Los avances a los que hoy asistimos en materia de seguridad, muy probablemente se verán mermados por los retrocesos en libertades básicas y fundamentales. La inteligencia artificial junto con los avances en robótica hará que nuestras vidas se simplifiquen a lo único que el ser humano sabe hacer, con respecto a todos los demás reinos: soñar, imaginar, crear.
Ayudar a alimentar a los extraños ya no será una vaga idea romantizada, sino una realidad insertada en nosotros como algo necesario. Si tenemos visión y algo de inteligencia, veremos que ayudar al otro siempre nos favorece más que arrinconarnos en nuestras trincheras. Esto nos llevará a la conclusión de que la guerra, los conflictos y las luchas de poder ya no tendrán sentido.
Ya no nos alzaremos un hermano contra el otro, sino que buscaremos la manera de convivir juntos en un mundo armónico y pacífico. La paz como emblema absoluto dejará de ser un sueño para convertirse en una necesidad colectiva.
Hemos visto en estos últimos tiempos un retroceso muy importante en estos valores. Las guerras de Ucrania-Rusia e Israel-Palestina han sido un duro golpe para ese sueño irreversible e irrenunciable. Nos queda mucho por hacer en todos los ámbitos de nuestra existencia, pero estamos convencidos, como humanidad, de que seremos capaces de avanzar y encontrar algún día esa paz necesaria. Y veremos como normal cómo unos extraños ayudan a los otros, y cómo la vida se teje bajo los principios del amor y la simpatía. El sentido moral y la ética del amor basado en el apoyo mutuo, en suavizar la vida, serán nuestras verdaderas señeras futuras. Empecemos a hacerlo con pequeños gestos con nuestros amigos, familiares, vecinos y conocidos. Todo es empezar con esa ética viviente de la que nos hablaban aquellos rusos.
2 comentarios
Tan hermoso y deseable como utópico. La humanidad no sólo no aprende de errores pasados si no que cada vez es más individualista y manipulable.
Ojalá se produjera un milagro (de esos que no existen) y hubiera un cambio, a mejor, de esta sociedad nuestra..
Loco, defiende tu locura.