Todos conocemos la historia de Rosa Louise McCauley Parks, una mujer negra que se negó a sentarse en la parte trasera de un autobús en Montgomery (Alabama), el día 1 de diciembre de 1955.
Gestos como los de esta persona invitaron a multitud de ciudadanos de los EE. UU. y posteriormente del mundo a reflexionar sobre la igualdad de las personas
Independientemente de su sexo, raza o religión, han caído muchos muros que oprimían a muchos colectivos aparentemente, aunque todavía queda, a mi parecer, mucha guerra y en muchas direcciones.
Una mujer negra al frente del Supremo
El viernes 8 de abril de 2022, el presidente de los EE. UU. de América nombró sorprendiendo a todos a Ketanji Brown Jackson, la primera mujer negra que sería jueza del Tribunal Supremo de los EE. UU.
Todos los medios de comunicación y los informativos de todas las cadenas, tanto a nivel local como nacional o internacional, se hicieron eco inmediatamente felicitando al presidente Biden por su progresismo y su modernidad, siendo él el estereotipo clásico de WASP (White Anglo-Saxon Protestant).
En todos los titulares se resaltaba lo mismo. El nuevo juez del Tribunal Supremo será una ¡mujer! y ¡negra! Y por supuesto en todos los medios insistían en la gran noticia a favor de la igualdad de géneros y de la integración de las razas minoritarias en la carrera política norteamericana.
A mí me resultaba toda la situación bastante curiosa en general, porque mientras se felicitaban a sí mismos por su generosidad y apertura de miras, nadie hizo mención en ningún momento a las capacidades y a la carrera profesional de la Sra. Jackson. Los titulares se contentaban con exhibir las etiquetas “mujer” y “negra” en sus hashtags.
El color y la meritocracia
El mero hecho de reducir las noticias al hecho de que el nuevo juez del Tribunal Supremo sea una mujer y por supuesto que además sea de raza negra, denigra a la persona que después de una exitosa carrera judicial ha llegado a lo más alto, teniendo incluso que lidiar con los obstáculos de su sexo y su raza. También presupone que el presidente Biden haya podido tener otros atributos en cuenta además de su carrera profesional para elegir al candidato con idea de blanquear (permitidme el juego de palabras), su propia imagen.
No podemos acompañar la igualdad de etiquetas.
Mientras las personas (el verdadero valor está en ser una persona), sigamos siendo blancos o negros, hombres o mujeres, etc… Estaremos engañados y engañándonos a nosotros mismos como individuos y como sociedad. Nunca habrá igualdad. Y por tanto tampoco libertad ni fraternidad completas.
Está claro que, en una sociedad con tantos obstáculos como la americana, el presidente Biden ha dado un revés al “establishment WASP” con este nombramiento, pero nosotros como vanguardia de nuestra sociedad tenemos que impulsar el pensamiento para evitar el etiquetado de todo lo que sobresale de nuestra “normalidad” y conseguir un futuro en el que la meritocracia se establezca como motivo único para el ascenso y la promoción profesional y social.